lunes, 15 de enero de 2007

Encuentro:

Primero fue en aquel parque. Ya era tarde y yo postrado en el sitio de siempre me deleitaba observando las hojas crujir frente al viento desembrino.

Pensaba no recuerdo que tantas cosas y la vi por ves primera; se escondía tímida entre los árboles como acechando. Talvez por curiosidad permanecí un momento inmóvil, pero tras notar su pálida piel y extraviado semblante sentí algo de repudio y me aleje.

Aquel debió ser asunto olvidado, pero el continuo devenir de los días me hizo presa del deseo irreversible de buscar su aparición. Vestí mis mejores galas y marche con el mejor designio de provocar un encuentro con la misteriosa mujer.

Regresé al lugar de siempre dispuesto a esperar, pero el reloj agotó sus horas y aquella mujer no apareció. Resignado saque un cigarrillo de la bolsa de la camisa, lo encendí, pero no estaba de ánimo y tras algunas caladas termine por apagarlo. Tire la colilla al piso y tras alzar la vista me sorprendí con los olanes de un sencillo vestido de manta.
-¡Un indescriptible vértigo me invadió!- Reconocí en aquella figura su inexpresivo rostro; era pálida como la nieve y sus ojos negros como el carbón, su cabello largo delineaba el contorno de un frágil cuerpo. Pero en conjunto su aparición mostraba desconcierto.

Se sentó a mi lado, intente hablarle, pero solo me miraba, sin palabra alguna que saliese de sus labios. Me sentí incomodo, y ella esperó paciente que me relajase. Aquella noche nos entendimos sin palabras y tras ganar confianza nos volvimos poco a poco amantes. Sus caricias heladas provocaron laceraciones en mi conciencia y sus amargos besos desgarraron mis ilusiones.

Después de eso la frecuenté algunas veces. Poco a poco me di cuenta de su naturaleza. Posee muchos amantes, pero es celosa al extremo, apenas estas con alguien y se va, pero si te abandonan regresa a darte consuelo a su acostumbrada manera. Ahora no la tengo, pero se que volverá, siempre lo hace. Lo se porque me espía de noche y me sigue de día. Como una sombra la soledad siempre acompaña nuestros pasos.

viernes, 5 de enero de 2007

La bestia:











A tragos acompasados la bestia imberbe comenzó a liberarse. Al principio parecía pequeña y se retraía tímidamente en una esquina de su celda.

Gire para comprobar si aún se encontraba ahí. La sorpresa me invadió al comprobar que era aún más hermosa que la última ocasión en que la contemplé unos instantes antes. Luego vino el impulso. Súbitamente abandoné mi asiento y caminé directo a ella ante la atónita mirada de mis camaradas. Luego la timidez. Disimuladamente tercié hacia el baño. El intento había fallado. De regreso no pude evitar sonreírle pero, ella me miró extrañada como quien no reconoce a alguien. Al llegar a mi lugar levante nuevamente la copa.

La bestia lanzaba temerosos rugidos, una espesa niebla invadió el recinto. La bestia parecía agrandarse. Su carcelero golpeó las rejas para intimidarla, pero poco era lo que podía hacerse.

La emoción me invadió súbitamente. Aquello sucedería. En cuestión de tiempo al levantarme iría hacia ella. Al voltear vi como platicaba distraída con su amiga. La impresión subió de tono. Tomé el trago de golpe para darme valor. Aún titubeante llene la copa de nuevo, y de igual manera la vacié en mis entrañas con la esperanza de aplacar mi ofuscación pero, solo provocó que me sintiera mas inquieto. La amiga de aquella chica se levanto dejándola sola. ¡Ese era el momento! Tomé otra copa y me levante decidido.

Las garras de la bestia azotaban estrepitosamente la celda. El carcelero impotente no podía contenerla más. La niebla lo tornó todo confuso y de un estrepitoso golpe se soltaron los barrotes. La bestia era libre y su instinto primitivo contaminó el lugar.

jueves, 4 de enero de 2007

De suma gravedad

Ya se sabía que algún día iba a pasar, la gravedad simplemente celosa de la huida del hombre a su influencia, desató su furia aplastando unas cuantas personas y asustando algunos animales, los pobres no tenían la culpa, a no ser claro, los domésticos que podrían considerarse cómplices.

Sospeché que sucedería cuando comencé a escuchar frases como: “retando a la gravedad”, “Violando la gravedad”, “jugó con la gravedad” y otras tantas igual de irreverentes. Nada bueno derivaría de aquello. Después simplemente tomé la decisión. Como un moderno Noe construí un arca del siglo XX, capaz de soportar los furiosos embates de mi enemiga.
Dilucidé un árbol fuerte, un roble por decirlo así. Tomé mis herramientas y pese a las burlas de amigos y transeúntes simplemente comencé: El techo debajo del piso. Un boquete para chimenea, por aquello del frío. Encajar la forma triangular del tejado entre las ramas, fue lo más difícil, pero el resto fue sencillo. Unas paredes rectas y fuertes, un par de ventanas para la ventilación. La entrada quedo muy arriba, prácticamente inalcanzable, pero me decidí a incrustar algunos peldaños. La Mesa y las sillas quedaron clavadas para que no cayesen de momento.

Tan solo faltaba una pareja de cada animal existente, pero al considerar el espacio, decidí tan solo buscar una para mí. Debo confesar que no fue nada sencillo, la resistencia de muchas mujeres a exiliarse en una casa invertida era evidente. La mayoría me miraba con menosprecio y se alejaba, pero al fin encontré a María. La idea, aunque extraña, le pareció divertida. Se subordino a mí y en poco tiempo estuvimos listos para la aventura. No fue difícil conocer el día de su venganza, sin duda a la gravedad le molestaría el escape de algunos incautos en una descabellada aventura para conquistar la luna. Al momento del despegue María y yo trepamos al piso y nos sujetamos con cuerdas.

¡Ya imagino el inmenso caos que se vive afuera!, por las ventanas no se ve mucho, pero observando con atención, miré como un pajarillo pasó volando. ¡Lo hacía de cabeza! El pobre, debió perder la cordura.