lunes, 19 de marzo de 2007

El viaje

María entró en aquella maltrecha camioneta. Al principió dudó si era la correcta, pero el fosforescente letrero le indicaba que era la apropiada. El sofocante calor la mareo un poco, ese tipo de calor no viene del sol, lo radia el pavimento, pega la suela al piso, genera un aire denso que impide respirar, mejor dicho que respira por uno. María trató de acomodarse lo mejor que pudo. La verdad le asombró la cantidad de personas que metían en esos vehículos. Todos con miradas absortas, clavadas al piso. La mayoría portaba olores desagradables y su apariencia dejaba mucho que desear. Le sorprendió que a esas personas parecía no importarles su arreglo en lo más mínimo. El muchacho a su lado, aunque joven todavía, tenía la cara marcada por cicatrices y huellas de acné, su barbilla, bastante desalineada, lo hacía ver francamente mayor. Pronto reparó en una mujer sentada junto a la ventana. Su voz chillona le llamó de inmediato la atención. La señora, con las uñas completamente amarillas, degustaba unas frituras muy grasosas, remataba cada bocanada lamiendo sus dedos, pasando la lengua sobre la descuidada uña de su pulgar procurando lamer la parte interior. María torció la boca en mueca de desagrado, se dio cuenta de que la mujer la observó un instante y luego terció una risa sarcástica que asomó unos disparejos y ennegrecidos dientes, que a María le recordaron más a los de un jumento que de una persona. Había, además, algo en aquella señora que le intrigaba; le resultaba agobiantemente familiar. Disimuló un momento, miró hacia la ventana para distraerse un poco y notó como el vehículo se ponía en movimiento. Le resultó, de pronto, muy extraño encontrase en ese lugar. Se detuvo a pensar. -¿El amor lo puede todo?- -¿Puede sacar a una chica de su cómodo ambiente familiar para arrojarla en aquel lugar, para ella tan desconocido?- Pero presentía que podía soportarlo, si hay amor, hay felicidad. Miró, a pesar suyo, a la señora de nuevo. Notó que su cabello, sumamente maltratado y con un corte completamente disparejo, no era negro en realidad. Las raíces blanquecinas, como zacate gastado, revelaban un mal tinte. Reparó en las enormes bolsas en sus ojos y en sus prominentes arrugas. Pese a que la señora traía vestido, lo cubría con un sucio delantal bastante gastado, un gesto que le desagrado a María fue ver como tomó el hombro del delantal y lo introdujo en sus fosas nasales. Un bordado de canario le hizo prestar atención a los marchitos pechos de la mujer. Tas contemplar todos estos detalles, se dio cuenta de que le era completamente imposible predecir su edad, se veía bastante mayor, incluso de unos cincuenta años, pero las mujeres de esa edad que ella conocía poseían movimientos de completa elegancia y contrastaban sus arrugas con preciso maquillaje y suntuosa joyería. Nunca había sospechado que existiesen señoras que a esa edad no tuvieran fortuna. –Tal ves jamás se casó, y se la ha visto difícil- pensó, así que dirigió su vista a la mano izquierda de la mujer en busca de alguna prueba que desmintiese su teoría . Pudo ver un amillo nupcial, bastante gastado y de muy mala calidad, al observarlo detenidamente se estremeció. Alzó, de pronto su mano izquierda y se dio cuenta de que… ¡Era idéntico al suyo! Sintió un inesperado terror y, como por impulso, arrancó la argolla de su dedo y la arrojó por la ventana. Sintió deseos de bajar del vehículo, pero no lo hizo, miró por la ventana y se dio cuenta de que llegaba al lugar indicado. Descendió de la camioneta y vio a Iván, estaba tan encantador como lo recordaba. Sintió de pronto gran emoción y corrió a sus brazos