El conocido profesor Boston Farewall pasó la mayor parte de su vida académica, que es como decir toda su vida, investigando la famosa partícula Farewall que aseguraba le da consistencia al viento.
Y es una partícula elusiva, díscola, perdediza e imposible de sustentar por la física moderna. Pero el Dr Boston afirmaba que era la responsable de la existencia misma.
Dicha partícula, aseguraba, se presciente en el color mate de las fotos viejas, en la humedad otoñal que irremisiblemente nos arranca nostálgicos suspiros y, desde luego, en ese pequeño ahogo después de tomar algo congelado, o, bien, de hacer actividades vigorozas y ruborizantes. Ya el lector podrá dilucidar por si mismo la existencia, o no, del oculto corpúsculo.
Lo cierto es que los registros del científico se pierden entre bitácoras de laboratorio y papeleo burocrático, pero lo grandioso de su obra radica en que estos legajos son en escencia una imitación de la partícula misma.